Una iglesia tan interesante como desconocida, cuyos orígenes
se remontan al s.XVI, cuando la explotación minera, y más concretamente la del
alumbre, favoreció que dos importantes casas, la de los Velez y la de los
Villena, dejaran testimonio en piedra de su paso por este entonces pequeño
pueblo. En el caso de San Andrés, por iniciativa del duque de Escalona, de la
casa Villena.
Lo que
en principio fue una modesta ermita de estilo mudéjar, conservando todavía su
sencillo artesonado, tuvo una importante transformación en el s.XVIII, con la
gran ampliación de su cabecera y una nueva decoración, acorde con los gustos y
modas del momento. Es entonces cuando San Andrés se cubre de pinturas en una
verdadera explosión de color.
Y eso
es lo más llamativo de los retablos restaurados en la parroquia de San Andrés
de Mazarrón, y en especial en el que corresponde al presbiterio, el intenso
colorido que conserva, a pesar de sus grandes infortunios, entre los que hay
que destacar la saña con que fue picado para que agarrara en su momento una
gruesa capa de enlucidos; es más que probable que nos falten los matices y
pátinas de luces y sombras que le aportarían unas calidades cromáticas que hoy
se echan en falta y que, a tenor de las correctas trazas que presenta el dibujo,
sin duda tenía.
Volviendo al colorido, hemos de apuntar la utilización de
una gama de pigmentos directamente relacionados con los que nos proporciona la
misma tierra en la que estamos, Mazarrón y sus minas; los óxidos derivados del
terreno ferruginoso, del ocre al negro, pasando por esos preciosos tonos de
rojo intenso o almagra, y que es más que probable fueran extraídos directamente
de los desechos de las mismas.
Detalle de las pinturas murales de la capilla lateral izquierda del presbiterio, de San Andrés de Mazarrón, donde puede observarse la coincidente gama cromática.
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