Como cada año, ayer se celebró el tradicional
besapié de la venerada y hermosa imagen del Cristo del Rescate de Murcia, una
muestra de devoción tremendamente arraigada entre la población de la ciudad y
sus alrededores.
Esta talla, de las denominadas de vestir, tiene a
nivel artístico como elementos singulares una bellísima cabeza, que ha venido
siendo atribuida por su calidad al gran escultor Nicolás de Bussy (finales del s.
XVII), unas delicadas y bonitas manos, cuya datación y autoría no podemos
asegurar, y unos pies que sin duda son de factura más reciente, probablemente
de alguna de las varias intervenciones sufridas de manos de Sánchez Lozano, hay
que puntualizar que entre 1940 y 2007, fecha en que ASOARTE realiza la última
de las restauraciones, se
efectuaron sobre la imagen del Rescate cinco actuaciones de manos de tres
distintos escultores.
Basta mostrar el estado de esos pies, a los que ya
vemos erosionados hasta dejar a la vista los surcos de la veta de la madera,
para entender que el fervor es en este caso destructor, aunque los responsables
de la imagen así lo tienen asumido y nosotros, sus hasta ahora conservadores,
también. No nos importa demasiado, pues sabemos que se trata de una parte de la
escultura que hemos reconocido como efímera y que con el tiempo habrá de ser
sustituida por otros dignos pies, tallados por manos expertas. Nuevamente,
antes de que llegue el Martes Santo, procederemos a su limpieza, especialmente
a la eliminación del carmín que parece ensangrentar esos pies doloridos. Pero ¿Qué
pasa cuando a las imágenes de talla completa, Crucificados, se les somete a un
desgaste tan intenso en una zona insustituible? Eso sí es un problema que debemos
atajar, apelando a la comprensión del devoto que, sin duda, no querrá ver su
venerada imagen cercenada.